Jose
Daniel Rodriguez Nogueda 1°C
6 SOMBREROS PARA PENSAR
INTRODUCCION
En este libro nos habla
sobre el método de los seis sombreros no hace sino reproducir, de forma más
sencilla, los procesos que tienen lugar en nuestra mente cuando tomamos
decisiones, convirtiéndolos en algo sistemático y público. Para simplificar el
pensamiento, este método propone que las cosas se atiendan una por una, y que
todos los participantes se concentren coordinadamente en la que está siendo
estudiada. Así, no solo se facilita el cambio de actitud para lo cual basta con
pedir un cambio de sombrero, sino que se organizan puntos de vista diferentes y
se crea un mapa enriquecido para tomar mejores decisiones.
Cada sombrero simboliza una
forma de ver, una manera específica de pensar, que no se preocupa tanto por
describir lo ya ocurrido, sino que intenta vislumbrar lo que está por venir.
DESARROLLO
Sombrero blanco
La ausencia de color sugiere
neutralidad. En efecto, este sombrero tiene que ver con la información pura. Es
como un ordenador: no tiene emociones y, cuando lo utilizamos, esperamos que
nos arroje hechos y cifras, no que discuta con nosotros. El sombrero blanco
informa sobre el mundo, es neutro, es objetivo. Con él, la atención se
concentra exclusivamente en la información disponible, que abarca todos los
hechos y cifras comprobables. La energía se concentra en buscar y plantear
información, en tratar de obtener datos puros y en escindir las extrapolaciones
o interpretaciones que muchas veces suelen enredarse entre ellos. Por eso, este
es, quizás, el sombrero que más habilidad exige, pues separar los hechos
objetivos de las derivaciones subjetivas que suelen llevar aparejadas es una
disciplina de mucho rigor. No sería de extrañar, por ejemplo, que un político
experimentara grandes dificultades en el momento de utilizar un sombrero de
este tipo.
Sombrero rojo
A la frialdad del sombrero blanco se le oponen el
fuego, el calor y la pasión propios del sombrero rojo, que se centra en los
aspectos no racionales del pensamiento. A través de él, se genera la
oportunidad de expresar las emociones, los sentimientos y las intuiciones sin
necesidad de explicarlos o justificarlos. Es así como el sombrero rojo legitima
estos aspectos “irracionales” y los hace visibles para que enriquezcan el mapa
de pensamiento y el sistema de valores que servirá para decidir la ruta en
dicho mapa.
Al fin y al cabo, las emociones forman parte del
método de pensamiento y de nada sirve esperar que desaparezcan o que no
interfieran con el “pensamiento puro”.
Sombrero negro
El sombrero de la oscuridad,
la prevención y la cautela es, quizás, el que más utilizamos en la vida
cotidiana, el más arraigado en la tradición occidental y el más importante en
el pensamiento, porque nos ayuda a ser precavidos, nos aleja de los peligros y
nos permite, en última instancia, sobrevivir. Si algo no encaja en nosotros,
porque no se ajusta a nuestros recursos, a nuestros valores, a nuestra política
o a nuestras características personales, el sombrero negro es el espacio para señalarlo.
Y tal vez por eso mismo suele ser muy fácil de usar, pues termina siendo una
vía para expresar algo que ocurre de modo natural en nuestros cerebros: la
tendencia a sentirnos incómodos ante la “inadecuación” y a evitar las cosas que
no encajan en nosotros.
Este es el sombrero de la
precaución: el que nos aleja de lo ilegal, de lo inútil, de lo peligroso, de lo
contaminante y de todas acciones cuyos efectos puedan causarnos un perjuicio.
Es el sombrero de la cautela: aquel que nos ayuda a ser precavidos, a evitar
peligros y dificultades. Es el sombrero de la prevención: nos protege de
malgastar inútilmente el dinero, el tiempo y la energía.
Porque, a diferencia de lo
que sucede con el pensamiento académico, el del sombrero negro busca incidir en
el mundo real, anticipándose a las consecuencias reales de un determinado curso
de acción. Y ese análisis debe basarse en peligros reales y no en un pesimismo
irreflexivo.
Sombrero amarillo
El sombrero amarillo son
esos destellos de esperanza que emanan de mirar las cosas con optimismo. Con
él, el pensador escudriña los posibles beneficios de una idea e intenta ver las
ventajas de ponerla en práctica. Es un sombrero de pensamiento constructivo,
con el cual se plantean propuestas para propiciar cambios positivos: solucionar
un problema, introducir una mejora o aprovechar una oportunidad. Este sombrero
se relaciona con la eficacia, con hacer que las cosas sucedan.
Es la contracara del
sombrero negro, pero es mucho más difícil de utilizar que aquel, porque, si
bien nuestro cerebro tiene incorporado un mecanismo de defensa que nos lleva a
evitar los peligros, no existe un sistema equivalente que nos haga sensibles
hacia el valor de las cosas y las ideas. El pensamiento del sombrero amarillo
debe ir más allá y estar fundado en un esfuerzo consciente por encontrar una
base lógica que apoye y refuerce el optimismo planteado, sin que eso signifique
que cada punto requiera una justificación completa y exhaustiva.
Sombrero verde
Es la vegetación, el
crecimiento, la energía. Se trata del sombrero de la creatividad. Incluso
quienes nunca han sido creativos, empiezan a serlo cuando se concentran en los
propósitos de este sombrero. Con frecuencia, las personas más creativas son
aquellas que, por estar motivadas, le dedican más tiempo a tratar de serlo.
Pero el pensamiento creativo se puede desarrollar de forma deliberada y, aunque
el sombrero verde en sí mismo no vuelve a las personas más creativas, sí les ofrece
una suerte de motivación artificial, al proporcionarles el tiempo y la
concentración necesarios para poder serlo. Así, bajo el influjo de este
sombrero, la creatividad deja de ser un monopolio de la “persona de las ideas”
y se convierte en patrimonio de todos.
El sombrero verde permite
plantear “posibilidades” en cuya ausencia es imposible progresar. Esas
posibilidades implican huir de las viejas ideas para encontrar otras mejores;
implican, por tanto, estar abiertos al cambio con el fin de hacer mejor las
cosas. Porque, a diferencia de lo que sucede en las matemáticas, las
situaciones de la vida tienen muchas soluciones posibles, y algunas son mejores
que otras, pues resultan menos costosas, más fiables, más realizables.
Sombrero azul
Este es el sombrero del
control, que permite organizar el pensamiento. En este sentido, constituye una
suerte de pensamiento sobre el pensamiento. En el método de los seis sombreros,
el uso del sombrero azul tiene una función esencial, pues a través de él se
definen los propósitos y las pautas del ejercicio, al tiempo que se vela por su
buen desarrollo. Por tal razón, quien coordina la reunión tiene una función
automática de sombrero azul, en la medida en que le corresponde mantener el
orden y garantizar que se respete el programa. Pero el hecho de que se cuente
con una especie de director de orquesta, a quien se le puede asignar el rol
exclusivo del sombrero azul, no obsta para que los demás participantes puedan
utilizar este sombrero y expresen así sus comentarios sobre el proceso de
pensamiento que está teniendo lugar
CONCLUSION
El actor que sube al
escenario se enfrenta al reto de tener que representar muchas facetas,
actitudes y semblantes, sin dejar de personificar a un único personaje. Ese
actor no cambia, aunque sus máscaras de la comedia y de la tragedia se
encuentren separadas. Ante eso, el éxito de su interpretación y su propia
satisfacción como actor derivarán del hecho de que pueda representar cada papel
en función de la máscara que lleva, pasando sin tropiezos de la cólera al
júbilo o de la angustia al deleite. Algo semejante sucede con el pensamiento:
al ser sus máscaras diversas, el buen pensador es aquel que, cuando se pone una
de ellas, logra sintonizar plenamente con el propósito que esta le impone.